La justicia australiana reabrió por cuarta vez el caso de un bebé desaparecido y muerto hace 30 años, cuyos padres aseguran que fue robado por un perro salvaje.
En 1980 la hija menor de los Chamberlain desapareció del campamento de Urulu, en Australia, donde Linda, Michael y el resto de la familia Chamberlain acampaban.
Los Chamberlain denunciaron la desaparición y aseguraron que un dingo, un perro salvaje característicos de la zona, se la había llevado.
Pero la policía no les creyó y en 1982 Linda Chamberlain fue condenada a cadena perpetua por el asesinato de su bebé, Azaria. Tras varios años encerrada, la justicia australiana la liberó tras haberse encontrado ropa de la bebé cerca de una guarida de dingos.
El caso creó gran controversia en el país y la historia llegó a libros, documentales televisivos e incluso al cine en el film A Cry in The Dark, en el que Meryl Streep interpretaba a Lindy y Sam Neill a Michael Chamberlain
Ahora, 30 años después, vuelve a la actualidad, ya que Linda Chamberlain quiere que la corte de Darwin, al norte del país, refleje oficialmente que un digno fue el responsable de la muerte de su hija.
"Me da esperanza pensar que esta vez los australianos por fin se convencerán de que los dingos son animales peligrosos, y también espero que esto ponga final a las investigaciones sobre la muerte de mi hija", aseguró Linda Chamberlain el pasado viernes en Darwin.
Nuevas pruebas
Los padres de Azaria presentaron nuevas evidencias sobre docenas de casos en los que estos perros salvajes atacaron a humanos.
Rex Wild, ex director de la acusación pública del Territorio del Norte, donde la pequeña Azaria desapareció, describió varios ataques a una corte repleta de gente.
Aseguró que si estas evidencias hubieran estado disponibles para el proceso de 1995, cuyo veredicto quedó abierto, el juez hubiese dictaminado que un dingo fue el responsable de la muerte de la bebé.
"Aunque hubiese sido improbable en 1980, no debería serlo en 2012", dijo. "Con las evidencias adicionales que presento se debería aceptar que la teoría del dingo es la correcta".
La jueza Elizabeth Morris todavía no dictaminó sobre el caso, pero se espera que tome una decisión la semana que viene.
En total, ya son tres los jueces que no se han puesto de acuerdo sobre la causa de la muerte de la bebé.
¿Un animal peligroso?
El gobierno del estado australiano de Queensland ha llevado a cabo varias campañas para concienciar a su población sobre los riesgos de un encuentro con un dingo. Uno de los mensajes es que hay que considerar a estos animales como cualquier animal salvaje, y ser consciente de que su comportamiento puede ser impredecible.
En su web, el gobierno del estado australiano señala que los dingos no están "domesticados ni entrenados", y que se mueven "más rápido de lo que uno piensa".
Los dingos pueden ser muy parecidos a los perros, pero son tan salvajes como los lobos.
Pero a pesar de las advertencias, los expertos aseguran que los dingos son por naturaleza tímidos y cautos si hay gente cerca. La gran mayoría evitarán a la gente si se les da la oportunidad.
"Pueden ser curiosos, pero son muy cautos y desconfiados de cualquier cosa nueva en su territorio", asegura el doctor David Jenkins, experto en estos animales de la Universidad Charles Sturt en Nueva Gales del Sur.
Jenkins también señala que uno de los grandes problemas es que la gente se olvida de que son animales salvajes, y los trata como si fuesen perros comunes.
Aún así, según los expertos los incidentes de ataques a humanos son estadísticamente muy bajos.
Importante para el ecosistema
Se cree que los dingos llegaron desde Indonesia al continente australiano hace unos 4.000 años y desde entonces habitan en la mayor parte del país.
Con la llegada de los europeos y sus animales, comenzaron a atacar tanto a ovejas como a vacas, por lo que se hicieron muy impopulares.
Aun así, su relación con los aborígenes del continente es especial, y se los considera parte de la familia.
Hasta tal punto eran venerados que algunos de ellos eran enterrados con sus dueños, y algunas tribus podían llegar a empezar una guerra si algún miembro de una tribu enemiga atacaba a sus perros.