Los musulmanes que residen en Estados Unidos se convierten en objetivo del FBI y a menudo solo por profesar el islam.
Muchos de ellos afirman que la lucha contra el terror se ha convertido en una excusa para la violación de sus derechos constitucionales.
La desconfianza que los árabes y los musulmanes inspiran en muchos estadounidenses no tiene su origen únicamente en los trágicos sucesos del 11 de septiembre de 2001. Durante años, los mahometanos son algunos de los protagonistas preferidos por Hollywood para los papeles de villanos, yihadistas y extremistas.
Los musulmanes hoy en día son lo que los afroamericanos fueron en los años 50, 60 y 70 del siglo pasado. Se convierten en objetivos del FBI solo por su religión. Es una violación de los derechos constitucionales. La guerra contra el terrorismo no es más que una guerra contra el islam, asegura Craig Monteilh, antiguo colaborador del FBI.
Craig Monteilh fue un informante del FBI infiltrado en la comunidad musulmana de California del Sur. Explica que aunque los agentes insistan en defender a Estados Unidos de potenciales atentados, lo que hacen es tratar como sospechosos a todos los integrantes del grupo religioso.
Ali Malik tardó tiempo en descubrir que el devoto que conoció en la mezquita era un informador y que sus conversaciones eran grabadas. “Tengo miedo de lo que el FBI pueda hacer. Mi esposa tiene miedo y mi familia entera. Temo que pasen de la vigilancia a las represalias agresivas”.
Ali es uno de los muchos musulmanes estadounidenses que era vigilado por el FBI en California del Sur. Un hecho que cada vez sorprende a menos personas en los EE. UU.
Los locales creen que el problema se extiende a otras comunidades minoritarias que se convierten en objetivos de vigilancia por su confesión religiosa o su origen étnico. Entre tanto, los numerosos representantes de las distintas minorías por todo el país esperan algún día poder confiar nuevamente en los agentes del orden público.
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