LA IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA DEL APÓSTOL PABLO
Las cartas que el apóstol Pablo escribió hasta la época en que fué aprisionado en Roma alrededor de los años 60 al 62, tal como las tenemos en la actualidad, constituyen los documentos más antiguos del Nuevo Testamento. Es probable que la fecha del Evangelio más antiguo que poseemos en la forma actual no pueda remontarse más allá del año 60; pero tenemos epístolas escritas por la mano del gran apóstol trazadas entre los años 48 al 60.
Este Pablo, cuyo nombre judío era Saulo, ciudadano ro¬mano de padres judíos, nació a comienzos de la era cristiana en la ciudad de Tarso de Cilicia del Asia Menor. Su lugar de nacimiento —"ciudad no obscura" la denomina él mismo en Hch_21:39—, era en aquellos tiempos centro eminente de cultura griega que no dejó de imprimir su huella en Pablo, como se desprende de sus discursos y epístolas. Recibió su educación en Jerusalén bajo Gamaliel (Hch_22:3), el gran rabino de su época y uno de los dirigentes del partido de los fariseos. Pablo alcanzó rápida distinción entre sus contemporáneos debido a su aplicación al estudio y el fervor con que mantuvo las tradiciones ancestrales de la nación judía (Gál_1:13 y sig.). Hasta puede haber sido miembro del Sanhedrín, la Corte Suprema del país, pero esto no es posible afirmarlo con seguridad.
El celo que Pablo demostró por la ley mosaica lo colocó en conflicto con los judíos cristianos de la primera hora, especialmente con quienes pertenecían al círculo de Esteban cuya enseñanza deben haber escuchado en la sinagoga en que se reunían los judíos de Cilicia (Hch_6:9). Esteban había comprendido desde los primeros tiempos de la iglesia y con comprensión excepcionalmente perspicaz, que el Evangelio arranca de cuajo las raíces del culto y la ley ceremonial tradicional de los judíos. En el momento en que Esteban es apedreado encontramos que Pablo desempeña un papel destacado y presta su consentimiento a la muerte del protomártir, porque cree que con ello conseguirá desarraigar al nuevo movimiento el que, de acuerdo a su criterio, ha sido puesto de manifiesto por las actividades de Esteban, y constituye una amenaza mortal a todo cuanto él considera glorioso en el judaismo (Hch_7:58; Hch_8:1 y sig.; Hch_22:4; Hch_26:9 y sig.; 1Co_15:9, etc.). Usando sus propias palabras copiamos, "Yo perseguía sobremanera la iglesia de Dios, y la destruía" (Gál_1:13), hasta que la experiencia que lo abatió en el camino a Damasco convenció a su mente y a su conciencia de la validez de la Resurrección de Cristo y, por consiguiente, de la veracidad de las pretensiones cristianas, constituyéndolo desde ese momento en el heraldo principal de la fe que antes persiguiera.
Es razonable suponer que la evidencia que convenció a semejante persona de la equivocación total de su proceder anterior, y lo empujó tan decisivamente al abandono de creencias tan caras, para abrazar un movimiento que hasta ese momento había perseguido con tanta saña, debe haber tenido características singulares e impresionantes. Por mucho tiempo se tuvo que la conversión de Pablo constituye una demostración palmaria de la verdad del cristianismo. Son muchos quienes están de acuerdo con la conclusión de George, Lord Lyttelton, el estadista del siglo dieciocho cuando afirma que "la conversión y apostolado de San Pablo, considerados debidamente por sí solos, constituyen demostración suficiente para probar que el cristianismo es una revelación divina" 1.
Con todo, lo que tenemos en vista especialmente, es la información que podemos derivar de sus epístolas. Ellas no fueron escritas para relatar los hechos de la vida y ministerio de Jesús, sino están dirigidas a quienes ya conocen la historia del Evangelio. Sin embargo, encontramos en ellas material suficiente como para formar "una breve Vida de Cristo", al decir de Ernesto Renán. Aunque Pablo recalca la preexistencia divina de Jesús (por ejemplo, en Col_1:15 y sig.), sin embargo, sabe que fué persona realmente humana (Gál_4:4); que descendió de Abraham (Rom_9:5) y David (Rom_1:3); que vivió bajo el imperio de la ley judía (Gál_4:4); que fué traicionado y que en esa misma noche instituyó una ordenanza memorial (1Co_11:23 y sig.); que sufrió la pena romana de la crucifixión (Flp_2:8; 1Co_1:23; Gál_3:13; Gál_6:14, etc.), aunque coloca la responsabilidad de esa muerte sobre los representantes de la nación judía (1Ts_2:15); que fué sepultado, resucitó al tercer día; que luego fué visto por muchos testigos en diversas ocasiones, incluso una ocasión en que lo vieron más de quinientas personas a la vez, la mayoría de las cuales vivía todavía veinticinco años más tarde de ocurrido el hecho (1Co_15:4 y sig.). En el resu¬men que Pablo formula de las evidencias de la realidad de la Resurrección de Cristo, revela el instinto sano de la necesidad de desplegar el testimonio personal que sostiene lo que podría parecer como afirmación increíble.
Pablo está informado en cuanto a los apóstoles del Señor (Gál_1:17 y sig.). De entre ellos nombra a Pedro y a Juan como "columnas" de la comunidad de Jerusalén (Gál_2:9), y conoce a los hermanos del Señor y de entre ellos singulariza a Santiago (Gál_1:19 y Gál_2:9). Sabe, además, que los hermanos del Señor y los apóstoles son casados, incluso Pedro (1Co_1:1), —todo lo cual concuerda incidentalmente con la narración de la curación de la suegra de Pedro que aparece en el Evangelio de Mar_1:30 Menciona dichos de Jesús pronunciados en varias ocasiones, como ser la enseñanza sobre el matrimonio y el divorcio (1Co_7:10 y sig.); sobre el derecho que tienen los predicadores del Evangelio a que se les provea sus necesidades materiales (1Co_9:14 y 1Ti_5:18— ve Ase Luc_10:7), lo mismo que las palabras que empleó para instituir la Santa Cena (1Co_11:23 y sig.).
Aunque el apóstol no cita siempre las palabras precisas de Jesús, se conoce a través de sus escritos que está al tanto de ellas. Basta comparar la sección ética de la epístola a los Romanos, comprendida por el trozo de 12:1 al 15:7, con el Sermón de la Montaña, donde Pablo resume las implicaciones prácticas del Evangelio que deben ser aplicadas en la vida de los creyentes, para constatar cuan imbuido estaba de las enseñanzas de su Maestro y Señor. Además, en la porción de Romanos que acabamos de nombrar, como en otras de sus escritos, se descubre que el argumento que esgrime para la instrucción ética, es nada menos que el ejemplo mismo de Cristo. Y el carácter de Cristo, tal, como Pablo lo entiende, cuadra perfectamente bien con el retrato que aparece en los Evangelios. Cuando Pablo habla de "la mansedumbre y modestia de Cristo" (2Co_10:1), recordamos las propias palabras del Señor, "Yo soy manso y humilde de corazón" (Mat_11:29). El Cristo que se niega a sí mismo de los Evangelios, es el mismo de quien Pablo dice, "Porque ni aún Cristo se agradó a sí mismo" (Rom_15:3); y así como el Cristo de los Evangelios exige a los discípulos que se nieguen a sí mismos (Mar_8:34), del mismo modo el apóstol insiste en que, siguiendo el mismo ejemplo de Cristo, el cristiano tiene el deber de "sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos" (Rom_15:1). Quien dijo: "Yo soy entre vosotros como el que sirve" (Luc_22:27), y ejecutó el trabajo doméstico de lavar los pies de los discípulos (Jua_13:4 y sig.), es quien, también según Pablo, "tomó la forma de siervo" (Flp_2:7). En una palabra: cuando Pablo quiere recomendar a los lectores todas las gracias y la hermosura que adornan al Cristo de los Evangelios, emplea un lenguaje que dice: "Vestios del Señor Jesucristo" (Rom_13:14)2.
En suma: el bosquejo de la narración de los Evangelios, tal como es posible hallarlo en los escritos de Pablo, concuerda con el bosquejo que hallamos en otras porciones del Nuevo Testamento, y en los cuatro Evangelios en forma particular. Pablo se toma el trabajo de demostrar que el Evangelio que predica es uno y el mismo que es predicado por los demás apóstoles (1Co_15:11) y, considerando que Pablo no Fué compañero de Cristo durante los días de su ministerio terrenal, como tampoco fué de los apóstoles originarios y declara, además, su completa dependencia de ellos —y lo hace de un modo vigoroso—, resulta tanto más asombrosa la afirmación que estampa en 1Co_15:11.
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1. Esta frase aparece en la obra de Lyttlelton llamada Observations on the Conversión of Sí. Paul, Observaciones sobre la Conversión de San Pablo, de cuyo trabajo escribe el Dr. Samuel Johnson: "Lyttelton abrigó dudas de la verdad cristiana en la época en que se despliega el orgullo de la confianza juvenil y se siente apoyada por conversaciones corruptas; pero le llegó la hora cuando consideró que ya no podía dudar o creer como resultado del acaso, y entonces se dedicó seriamente al estudio de la gran cuestión. Como la investigación fué honesta, lo condujo a la convicción. Descubrió que la religión es veraz. Lo que aprendió trató de enseñarlo en su obra Observations oú the Conversión of St. Paul, tratado que la incredulidad nunca ha podido contestar satisfactoriamente" (Lives of the Poets: Lyttleton, Vidas de los Poetas: Lyttelton).
2. Para ampliar el contenido de este capítulo pueden consultarse a C. H. Dodd, History and the Gospel, La historia y el Evangelio, pp. 63 v sig., G. O. Griffith, St. Paul's Life of Christi, La Vida de Cristo según San Pablo, 1925, especialmente las pp. 45 al 49, y A. M. Hunter, Paul and his Predecessor, Pablo y su Predecesor, 1940 pero, sobre todo J. G. Machen, The Origin of Paul's Religión, El origen de la religión de Pablo (1921, reimpresa en 1947).