Cueva dijo en un acto de celebración de su servicio pastoral como párroco, que “en nuestros días, como en toda época, enla Iglesiase necesitan heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios. Por eso, para que los sacerdotes nos identifiquemos con Cristo, debemos dejarnos habitar por Él,la Palabraviva, de forma que se convierta en nuestra propia palabra. Como sacerdotes no podemos llevar adelante ‘nuestras‘ ideas, desarraigadas de Cristo, por quien hemos sido enviados sino que es El quien da eficacia a nuestra predicación, la luz que aclara las incertidumbres y los miedos humanos”.
Asimismo aseguró y advirtió que Cristo es la única cabeza de la iglesia y aunque no reparó en diferencias denominacionales, hizo un llamado para que la humanidad tenga en el Señor, la verdadera vía de redención porque “Cristo sigue salvando a los hombres y precisamente en este espacio encuentra su lugar propio el sacerdocio ministerial.
Cristo quiere involucrar de modo especial a su pueblo en ese atraer hacia El a todos los hombres. No repara en nuestras debilidades, y en nuestras miserias. Nos ama y nos elige tal como somos. Su amor nos transforma y nos da la fuerza para responderle y el coraje para seguirlo”.
Para Cueva, independientemente de la doctrina de cada creyente, cada uno tiene un proyecto de vida, un llamado particular y “a pesar de manifestarse de las maneras más diversas, suena con fuerza y al mismo tiempo con delicadeza, la palabra: ‘sígueme‘. Esta palabra no se refiere sólo al momento determinante de la opción de nuestra vida, sino que Jesús sigue pronunciándola cada día. ‘Sígueme‘ parece sugerirnos frente a los más simples deberes cotidianos, en la dificultad que hay que abrazar, en la tentación por superar, en el servicio por realizar”.