Jamás podremos comprender totalmente la agonía de Cristo en el jardín de Getsemaní, pero al menos no debemos malinterpretarla. Es la agonía de Dios y el hombre en una persona, frente a frente con el pecado. No podemos aprender sobre el Getsemaní por medio de la experiencia personal. Getsemaní y el Calvario significan algo totalmente único: Son la puerta de entrada hacia la vida para nosotros.
No era por la muerte en la cruz que Jesús estaba en agonía en Getsemaní. De hecho, Él declaró enfáticamente que había venido con el propósito de morir. Su temor era que no pudiera pasar por esta lucha como el Hijo del hombre. Él sabía que la pasaría como el Hijo de Dios y Satanás no podía tocarlo allí. Pero el ataque era para que nuestro Señor no la atravesara por nosotros únicamente como el Hijo del hombre, lo cual hubiera significado que Él no se podía convertir en nuestro Salvador (ver Hebreos 9:11-15). Lee el relato de la agonía en Getsemaní a la luz de la tentación que había sufrido en el desierto. "Cuando acabó toda tentación el diablo, se aparto de él por un tiempo", Lucas 4:13.
Y regresó al Getsemaní pero fue vencido una vez más. En este lugar se presentó su ataque final contra nuestro Señor como Hijo del hombre.
La agonía en el jardín fue la del Hijo de Dios en cumplimiento de su propósito como Salvador del mundo. El velo se descorre para revelar todo lo que le costó a Él para que nos fuera posible llegar a ser hijos de Dios. Su agonía es la base de la simplicidad de nuestra salvación. La cruz de Cristo fue un triunfo para el Hijo del hombre. No fue sólo una indicación de que nuestro Señor había triunfado, sino que lo había hecho para salvar a la raza humana. Gracias a lo que el Hijo del Hombre sufrió, ahora todo ser humano puede llegar a la presencia de Dios.
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