Jamás se sintió identificada con el nombre que todavía hoy figura en su documento. Pero a sus 42 años, Jorgelina Belardo asegura no necesitar que un DNI diga quién es: ella lo sabe bien. De todas maneras, apenas se habilite el trámite administrativo para modificarlo lo hará inmediatamente.
Tras la aprobación de la ley de identidad de género no sólo se dispararán las modificaciones de nombres, fotos y sexo en los documentos. Desde el Ministerio de Salud bonaerense anticipan que la lista de espera para intervenciones de cambio de sexo podría aumentar al no ser necesaria ya una autorización judicial. Hoy son sólo el Hospital Gutiérrez, en La Plata, y el Durand, en la Capital Federal, los únicos centros de salud públicos en el país donde se realizan estas cirugías: entre ambos ya hay 25 pacientes en lista de espera y cerca de cien consultas anuales.
Sentada en un café frente a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde en breve dará una charla, Jorgelina Belardo, asesora jurídica del Inadi y activista trans, ya imagina con satisfacción la maratón de trámites y lugares que va a recorrer a partir de que quede registrada en su documento su identidad autopercibida: su tarjeta de crédito; su cuenta de celular, la Facultad de Derecho donde cursa el cuarto año de la carrera.
Sufrió depresión, un proceso de adicción, una condena a prisión de dos años y ocho meses por la que fue absuelta de culpa y cargo, y años golpeando puertas sin respuesta para que le den un trabajo.
"Tuve que esperar 42 años para tener una identidad", dice, y remarca que todo ese camino le dio fortaleza. En la solapa de su saco negro se destaca un pin rosa. El que brega por la ley de identidad de género. Y por el que Jorgelina se siente más feliz y orgullosa que nunca. Debajo, otro pin con la cara de Claudia Pía Baudracco, la líder trans que falleció en marzo pasado.
La votación de anteayer en el Senado significó un cambio histórico para el país: con la ley de identidad de género, el Estado argentino respeta la identidad que cada ciudadano conciba como propia. Las consecuencias más tangibles de esta norma son dos: la posibilidad de que toda persona pueda solicitar la rectificación registral del sexo y el nombre cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida, sin necesidad de trámite judicial; y que los mayores de 18 años puedan acceder a intervenciones quirúrgicas o tratamientos hormonales para adecuar su cuerpo, incluida su genitalidad, a su identidad de género autopercibida sin necesidad de autorización judicial o administrativa.
"Es una ley ejemplar que nos coloca a la cabeza de la legislación en el mundo. Termina con una situación compleja que era que un juez tuviera que determinar la identidad de una persona, cuando en realidad es algo que define cada persona en su autopercepción más íntima, y como producto de un montón de circunstancias de lo que percibe esta mente", dice a LA NACION Adrián Helien, psiquiatra y sexólogo que coordina el grupo de atención a personas transexuales en el Hospital Durand.
Helien, sin embargo, advierte sobre lo que considera "la pata floja de esta legislación": como nunca se articuló con los efectores, hoy existe un déficit de equipos interdisciplinarios en el ámbito de la salud pública que den cuenta de la atención especializada que se necesita. "En el Durand hay una lista de espera de siete personas para operarse con sentencia firme y cincuenta en lista de espera para consulta -dice-. Sería interesante formar nuevos equipos, porque si sigue así esto puede colapsar dentro del sistema de salud público."
Helien, que ayer presentó su libro Cuerpos equivocados, apunta que el hecho de que existan sólo estos dos centros obliga a que todo el país viaje a La Plata o a Buenos Aires para hacerse la operación de reasignación de género.
El Ministerio de Salud provincial adelantó ayer que, en caso de ser necesario, el Hospital Ricardo Gutiérrez de La Plata readecuará la gestión del servicio con que ya cuenta. En 1997, fue el primero en el país en hacer una cirugía de reasignación genital. Hasta la fecha realizó un promedio de cuatro intervenciones por año y recibe un promedio de 40 consultas anuales. Hoy son 18 las personas en lista de espera para intervenirse quirúrgicamente.
Tras seis años de lucha judicial, Karla Oser, de 38 años, logró operarse en ese nosocomio. Fue en 2006 y recuerda esa espera como un proceso "tortuoso" e "interminable". El intento de cambiar su nombre en el DNI, sin embargo, nunca prosperó. Y hoy, después de 12 años de comenzado el trámite, se ilusiona con este nuevo camino que se ha allanado.
Julieta Calderón, de 19 años, no pudo dormirse anteayer hasta la madrugada por la emoción de la votación en el Senado. Militante trans y parte del equipo jurídico de la Federación Argentina Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt) había comenzado el trámite de cambio de DNI. Tiene sentencia, pero fue apelada. "Ahora faltaría un cambio más radical en la sociedad, la calle, los medios. Tenemos que dejar de ser un tabú", anhela.
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