REFUGIADOS BIRMANESES ENCUENTRAN NUEVA VIDA EN CRISTO


Los abusos a los derechos humanos, las batallas constantes y la pobreza obligan a decenas de miles de personas a huir la nación asiática de Birmania, también conocida como Myanmar.
Muchos han buscado refugio en el país vecino de Tailandia como migrantes ilegales, vivendo una vida de incertidumbre. Pero otros han encontrado refugio y paz eterna.

Más de tres millones de birmaneses viven en diferentes partes de Tailandia, lugar donde muchos han encontrado un nuevo hogar, y algunos una nueva fe. Como es el caso de Sai Mynt, quien se unió a un grupo rebelde en Birmania cuando tenía quince años.

“Nuestra familia se hizo pobre cuando mi padre, quien era soldado, perdió sus piernas en batalla y eventualmente perdió su empleo. No teníamos dinero para comprar comida. Sólo llegué a segundo grado de escuela. Cuando fui adolescente, no tenía dirección en la vida. Me uní a mis amigos y fui a la montaña a luchar contra el ejército”, comenta Sai Myint.

Tres años después, sai se cansó de pelear. Cruzó la frontera a Tailandia para encontrar empleo, pero como muchos migrantes ilegales fue vendido como sirviente. Un pescador le pagó a un agente 300 dólares por Sai, pero él tuvo que trabajar el doble de ese monto para pagar por su libertad.

“Era muy difícil, pero aquí tuve la oportunidad de encontrar empleo y tener una vida mejor” agrega Sai.

Del budismo al cristianismo

Sai era budista, pero en 2007 encontró una nueva vida cuando un amigo le llevó a la Asamblea Cristiana de Myanmar.

Aquí refugiados birmaneses como él entregan sus vidas a Jesús y son transformados.

Como Sai, estos ex budistas fueron bautizados en la fe cristiana tras conocer sobre el amor de Dios para ellos.

“Mientras orábamos, en una visión vi la estatua de Buda colapsada y vi a Jesús parado frente a mí. Él dijo: ‘Soy el Señor sobre todos los dioses e ídolos’. Solía ser budista, pero ahora adoro a Jesucristo”, dice una cristiana birmanesa.

Para el Pastor Zaw Min, Pastor principal de la Asamblea Cristiana de Myanmar, todos dan testimonio de que Dios está vivo, y de que el Espíritu Santo los convence y aceptan a Jesús como su Salvador.

El pastor Zaw Min dice que su Iglesia entrena a sus miembros para ser evangelistas y misioneros: “Un día cuando el país esté abierto, ellos regresarán y serán misioneros a su propio hogar y sus aldeas”.

Sai Myint, dice que le gusta compartir con su familia cómo Jesús lo cambió. “Antes tomaba y consumía drogas, pero todo paró cuando dí mi vida a Jesús. Estoy muy feliz ahora, y quiero que mi familia sea feliz también”.
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