Los científicos de la Comisión de Energía Atómica (CEA) también han descubierto en esos excrementos fosilizados el ADN de ciervos rojos con que se alimentaban las hienas de las cavernas, demostrando que esas heces antiguas son una fuentes de información sobre los carnívoros prehistóricos.
Los primeros análisis de ADN en restos de animales extinguidos (huesos, dientes, pelo, etc.) remontan a 1984 y fueron hechos con un quagga, una especie de cebra extinta en el siglo XIX. Pero sólo en 2001 se obtuvo el primer genoma completo de una especie extinta, del moa, ave gigante de Nueva Zelanda que desapareció alrededor de 1500.
Los recientes avances en la genética y del cálculo informático han permitido desde entonces acumular datos cada vez más precisos y descifrar genomas mucho más antiguos, como, por ejemplo, el hombre de Neanderthal, o el mamut, a partir de sus restos.
A este título, los coprolitos, los excrementos fósiles mineralizados, son de particular interés para los paleontólogos, ya que contienen tanto el ADN de sus dueños como el de sus alimentos.
Este ADN antiguo sigue siendo, sin embargo, muy difícil de explotar, ya que el proceso de la digestión se añade a la degradación de las secuencias genéticas que impone el paso del tiempo.
Esta es la razón por la que no se había realizado hasta ahora ningún análisis del ADN de coprolitos que remonten al Pleistoceno medio o superior (de 780.000 años a 11.000 años atrás).
Los científicos del CEA asumieron este reto y empezaron recolectando nueve cagarrutas fosilizados en el suelo de la gruta Coumere, en Ariege (suroeste de Francia), atribuidas a hienas de las cavernas (“Crocuta crocuta spelaea”), un animal ampliamente presente en Eurasia en el Pleistoceno.
De estas nueve muestras, los investigadores seleccionaron dos que parecían particularmente ricos en ADN utilizable, explica el estudio, publicado el miércoles en la revista Proceedings de la British Royal Society B.
Los resultados del análisis más precisos mostraron que los excrementos pertenecían a dos hienas distintas. Además, la comparación del genoma extraído con el de las hienas modernas “ha establecido sin ninguna duda la estrecha relación entre la hiena de las cavernas y la hiena manchada” (Crocuta crocuta), que vive actualmente en la sabana africana.
A pesar de importantes diferencias anatómicas y de tamaño entre las dos especies, “el genoma de la hiena de las cavernas tiene sólo 115 diferencias con la secuencia genética de la hiena manchada”, dice el estudio, dirigido por Jean-Marc de la Elalouf Instituto de Biología y Tecnología de Saclay.