El hundimiento del Titanic cumplió 100 años la semana pasada. Entre los muchos honores, una iglesia escocesa honró a uno de sus pastores llamado John Harper.
El 14 de abril 1912, la revista comercial The Shipbuilder, describió al Titanic como el “prácticamente indestructible”, se había hundido con la famosa declaración formulada el 31 de mayo de 1911, cuando un empleado de la Compañía de Construcción Naval de la White Star, dijo: “Ni Dios puede hundir este barco”.
El predicador escocés John Harper y su hija Nana, de seis años, se encontraban a bordo del barco que tras hundirse murieron mil quinientas personas. Cuatro años antes, la esposa de Harper había fallecido dejándole una niña llamada Nana que tenía seis años.
El motivo de su viaje en el Titanic, era predicar en una de las iglesias más grandes de los Estados Unidos de la época, la Iglesia Moody en Chicago. La iglesia estaba esperando su llegada, no sólo porque iba a predicar una serie de mensajes, inclusive oficialmente estaba aceptado a que se convirtiera en un pastor en Estados Unidos.
Harper, era conocido como un orador interesante y había pastoreado dos iglesias en el Reino Unido, Glasgow y Londres. Su estilo de predicación era apropiado para un evangelista como lo atestiguan las palabras de un pastor amigo. “Era un predicador del aire, utilizado para hablar a grandes audiencias … Él tenía una gran comprensión de las verdades bíblicas que le permiten hacerle frente con éxito a todos los ataques en contra de la fe”.
Cuando el Titanic golpeó el iceberg, Harper, como una medida de precaución, puso a la niña en uno de los botes salvavidas, dejándola al cuidado de un primo mayor que también los acompañaba en el viaje (esa medida de precaución le salvó la vida a Nana Harper, que murió en 1986 a la edad de 80 años).
El predicador podría haberse sumado a su hija, pero optó por dar a las personas otra oportunidad de conocer a Cristo. Hay registros de que Harper, le habló a cada persona que estaba en pánico y les expresó acerca de la necesidad de aceptar a Cristo.
Cuando el agua empezó a hundir el barco, Harper oyó gritar: “Que las mujeres, los niños y los no creyentes suban primero a los botes salvavidas”. Cuando Harper oyó a un hombre rechazar su llamado a aceptar a Jesús, este le dio el chaleco salvavidas que llevaba y dijo: “Esto lo necesita más que yo”. Hasta el último momento que estuvo a bordo del barco, Harper, instó a la gente a entregar sus vidas a Jesús.
Cuatro años después que se hundió el Titanic, durante una reunión, un sobreviviente del Titanic, contó su primer contacto con Harper en medio de las aguas heladas del Atlántico. Él declaró que él se aferraba a un pedazo de madera, cuando Harper nadó hacia él y le dijo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”, pero el hombre rechazó la oferta en un primer momento.
Sin embargo, al oír nuevamente: “Cree en el Señor Jesucristo”, y sabiendo que estaba solo, a la deriva, y con dos millas de agua bajo sus pies, aceptó creer en Jesús. Poco después, el sobreviviente vio a Harper que sucumbió ante el frío y se hundió, dijo el hombre ante en la reunión de los sobrevivientes diciendo simplemente: “Yo soy el último convertido de John Harper”.
Nana, hija de Harper, fue rescatada y enviada de vuelta a Escocia, donde creció, se casó con un pastor, y dedicó su vida al Señor.
John Harper, nació en un hogar de padres cristianos el 29 de mayo de 1872. Fue en el último domingo de marzo de 1886, cuando tenía trece años de edad que recibió a Jesús como el Señor de su vida. Comenzó a predicar unos cuatro años más tarde, a la edad de 17 años de edad para bajar a las calles de su pueblo y predicarles a los hombres a que reconciliaran con Dios.