"No soy sino una mujer más en el océano de mujeres de este mundo, pero creo humildemente que mi calvario es reflejo de tantos otros. Me gustaría que los ojos de mis verdugos se abrieran, que la situación de mi país cambiara", explica Bibi en el libro, ya a la venta en España.
Desde la cárcel, Bibi pide que se cuente su historia porque es "la única oportunidad" que tiene para no morir. "¡Les necesito! ¡Sálvenme!", exclama.
UN DOMINGO DE 2009
La vida de Asia Bibi cambió radicalmente un domingo 14 de junio de 2009 cuando se dirigía a trabajar en una cosecha por la que ganaría 250 rupias con las que podría cocinar tortas para su humilde familia durante una semana. "Lejos estaba yo de imaginar hasta qué punto tal domingo iba a cambiar mi vida para siempre", cuenta.
Era un día de mucho calor. Unas quince mujeres trabajaban en el campo cuando ella llegó. La temperatura superaba los 45 grados y sus manos estaban despellejadas. Como chorreaba de sudor y se sentía agotada decidió acercarse a los pozos y beber tres veces de un vaso metálico que había en el borde. Cuando disponía a pasar el vaso a otra mujer, otra exclamó que no podía beber de esa agua por ser 'haram', es decir, "impura".
Asia Bibi explica que la mujer empezó a decir que ella, cristiana, había mancillado el agua del pozo bebiendo de sus vasos y reintroduciéndolo en el pozo varias veces. Entonces, Asia decidió "por una vez" defenderse y dijo: "Me da la impresión de que Jesús tendría un punto de vista diferente al de Mahoma sobre la cuestión". ¿Cómo te atreves a hablar por boca del profeta, bestia inmunda?, le contestaron las otras, según cuenta Bibi. Después de esto, afirma que la escupieron, empujaron y tiraron al suelo gritándole "puta" y "sucia" y que huyó a su casa.
Asia Bibi asegura que su familia siempre ha respetado la religión musulmana. "En Pakistán, cuando se es cristiano, se siente uno un poco huérfano en su propio país. Aunque el Gobierno nos reconoce los mismos derechos, la sociedad no siempre nos acepta", apunta.
"No he matado jamás, jamás he robado. Pero para la justicia de mi país, lo que he hecho es mucho peor: soy una blasfema. El crimen de los crímenes, el ultraje supremo", asegura, al tiempo que aclara que ni siquiera ha blasfemado "jamás". "Quiero decir al mundo entero que yo respeto al Profeta. Soy cristiana, creo en mi Dios, pero cada uno debe ser libre para creer en quien desee", afirma.
CONDENA
Días después, en otra cosecha, se agolpó una multitud insultándola y gritando 'muerte a la cristiana', según indica. Esta multitud la llevó a la aldea y allí el imán del pueblo le explicó que al atacar al Profeta sólo le quedaba la conversión o la muerte. Pero ella no quiso apostatar de su fe en Cristo. Como consecuencia, afirma que la muchedumbre se abalanzó sobre ella dándole bastonazos y lanzándole escupitajos, hasta que llegaron unos policías y la llevaron a la Jefatura. Allí ella reiteró su inocencia pero de nada valió. La metieron en un furgón para trasladarla a la prisión de Sheikhupura, celda en la que sigue viviendo hasta hoy.
El 8 de noviembre de 2010, un tribunal la condenó a muerte por ahorcamiento y a una multa de 300.000 rupias. Asia Bibi recuerda que estaba sola y que no pudo compartir su pena con nadie, así que lloró en su soledad. Además, explica que, al salir del juzgado, la lanzaron a la furgoneta "como a una bolsa de basura" y la encadenaron al banco. "Intento encontrar con los ojos un hueco en el furgón. Sé que en ese momento Asiq (su esposo) no está muy lejos, pero no le veo", recuerda en el libro.
Bibi asegura que las lágrimas no le abandonan y le dicen que no ha claudicado totalmente, que es "inocente" y le hablan de la "injusticia" que se ha cometido contra ella. Pero, en cualquier caso, lo que más le duele es que le han quitado el derecho a ver a sus cinco hijos. "No poder tocarles, no poder sentirles. Daría todo lo que poseo por un instante con ellos", remarca.
LEY CONTRA LA BLASFEMIA
"Estoy indignada por esta ley de blasfemia (...) que desde hace ya demasiado tiempo manda a muchos inocentes a prisión", apunta. Además, se pregunta por qué los políticos hacen la vista gorda, excepto el gobernador del Pendjab, Salman Tasser, y el ministro cristiano de las Minorías, Shahbaz Bhatti, que tuvieron el "coraje" de apoyarla públicamente, algo que les costó su muerte.
Asia Bibi tiene que volver ante la justicia, en la que no confía, para presentar un recurso contra su condena a muerte para ser juzgada de nuevo por la Alta Corte de Lahore. Pero sabe que, en caso de ser absuelta, y si "por un milagro" no la matan en su celda antes de ser juzgada, será asesinada de todas maneras. Por ello, dice que necesitaría que otro país la adopte.
"Tengo un miedo punzante desde el asesinato del ministro (Shahbaz Bhatti). Espero ese momento en el que Dios me acogerá como se espera un oasis en medio del desierto. Estoy agotada (...). La única cosa que me permite seguir todavía de pie, a pesar de todas las privaciones, las vejaciones y esta angustia que no me abandona es la certeza de la inocencia. La certeza de la injusticia que se ha cometido conmigo", señala, al tiempo que añade que quizá su vida pueda tener un "impacto" en la vida de su país.