11:2 Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas,1:3 pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia.
1:4 Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.
1:5 Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.
1:6 Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento.
1:7 Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor;1:8 es indeciso e inconstante en todo lo que hace.
1:9 El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de su alta dignidad,1:10 y el rico, de su humilde condición. El rico pasará como la flor del campo.
1:11 El sol, cuando sale, seca la planta con su calor abrasador. A ésta se le cae la flor y pierde su belleza. Así se marchitará también el rico en todas sus empresas.
1:12 Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman.
1:13 Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie.
1:14 Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen.
1:15 Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.
1:16 Mis queridos hermanos, no se engañen.
1:17 Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.
1:18 Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación